«Hola me llamo Toño, soy educador en el Centro de Acogida Don Bosco de Villamuriel de Cerrato y quiero aprovechar la oportunidad de poder compartir parte de mi trayectoria vital y reflexionar sobre algunos acontecimientos de mi vida en voz alta, de poder hacer un balance sobre el camino recorrido, de unir el pasado con el presente y poder hacer así una proyección hacia el futuro.
En esta construcción constante que es la vida, aparece en muchas ocasiones el deseo, o la necesidad de querer saber quién es uno, a qué lugar o lugares pertenece, a discernir y conocer qué es aquello que nos ha moldeado y ha influido en conformar la persona que somos hoy en día, en definitiva saber cuál es nuestra identidad.
Es en este contexto, donde quiero decir con cierto orgullo que soy, y me siento, profundamente de Villamuriel, y como las generaciones de familiares y vecinos que están, y sobretodo las que me han precedido, de su cultura e idiosincrasia, soy por lo tanto, hijo de la Virgen del Milagro patrona de la villa y de la cual el pueblo y mi familia han sido siempre muy fieles devotos.
En mi caso además, desde niño, también ha estado igual de presente la figura de María Auxiliadora, ella y la comunidad salesiana que siendo yo muy pequeño se estableció en Villamuriel.
De niño recuerdo un Villamuriel con varios rebaños de ovejas y las calles sin asfaltar, hoy en día no se dan ninguna de esas dos circunstancias.
La bonita (preciosa, monumental, asombrosa, espectacular…) iglesia de Santa María la Mayor, el salón parroquial y toda la vida social y cultural que giraba en torno a estos lugares.
Recuerdo que los miércoles por la tarde un grupo de niños y niñas veíamos venir caminando por la Calle Mayor a Sor Carmen, que era la salesiana que fiel a su cita venia a darnos la catequesis para nuestra primera comunión.
También recuerdo, no sin nostalgia, todos los fines de semana las actividades, juegos infantiles, excursiones y organización del tiempo de ocio (que llamaríamos hoy) que llevaban a cabo la comunidad de salesianas que había en Villamuriel, para los -no pocos- niños y niñas que en aquel momento residíamos en la localidad.
Una vez acabada la EGB, estuve dos años cursando Formación Profesional en el Instituto Don Bosco de Villamuriel siendo en este periodo de tiempo donde conocí en profundidad la figura de San Juan Bosco, su obra, su dedicación a la infancia y a la juventud, también a las personas que le rodearon en su vida como Domingo Sabio, a su madre Mamá Margarita y a todos los salesianos que con su vocación y entrega consiguieron transmitirnos valores como la confianza en los jóvenes, la atención a los más necesitados, el esfuerzo como instrumento de crecimiento, la comprensión, la dedicación a los demás…
Después de este periodo en Villamuriel desde mi nacimiento hasta la adolescencia, vino un cambio de residencia por decisión familiar a Barcelona, produciéndose en mí una rotura con todo lo que había conformado mi vida hasta ese momento.
Inicié mi etapa laboral como operario en distintas empresas y fue al querer retomar los estudios unos años después, cuando empecé a conectar de nuevo con todas aquellas pequeñas semillas que en el entorno de mi infancia se habían ido sembrando, y empezaron a germinar orientándose hacia lo que hoy en día llamamos el ámbito social pero que no es otra cosa que querer ayudar a nuestros semejantes a aquel que está sufriendo o en un estado de necesidad.
Después de algunos años de haber roto con mis raíces y mi esencia pude volver a conectar con los valores cristianos en los que mi familia, mi pueblo y la comunidad salesiana estuvieron tan presentes cuando era niño.
Fue, cursando el Ciclo Formativo de Integración Social cuando surgió la primera oportunidad de empleo, esta vez relacionada con este ámbito, en uno de los primeros centros de menores para jóvenes inmigrantes que abrieron en Barcelona, y ocurrió al asomarme a esa realidad y observar la situación de vulnerabilidad, de necesidad, de apoyo, el desarraigo, la esperanza.
Al contemplar en otras personas, en este caso los jóvenes que atendíamos provenientes de otras culturas y creencias, como vivían su fe ayudó a crear en mi una mirada y un análisis interno que de manera recurrente me llevaba al pasado, a mi infancia y a menudo resonaba en mi mente el nombre de Don Bosco. Él y su obra con los jóvenes era una asociación que tarde o temprano en ese contexto en el que me encontraba se tenía que producir, me era familiar y en la realidad que tenía delante cobraba mucho sentido.
Fueron pasando los años y la mochila se fue llenando de experiencias de todo tipo, y las circunstancias y decisiones de la vida me llevaron a 30 años después de haberme marchado tomar la decisión de volver a Villamuriel. Muchísimas cosas habían cambiado y una de ellas muy relevante para mí en la actualidad, es que el lugar que había sido la residencia de la comunidad de hermanas salesianas, se había transformado en un centro de menores que ellas mismas habían fundado años atrás y que en la actualidad es gestionado por la Fundación JuanSoñador. A través de sus responsables se me ofrece la oportunidad de poder ejercer mi profesión en un ámbito al que he dedicado buena parte de mi vida profesional, que es el residencial para atender a la infancia y adolescencia en riesgo. En uno de los encuentros anuales que realiza la entidad, pude reencontrarme con el salesiano que fue mi tutor mientras cursé los dos años de Formación Profesional antes de marcharme a Barcelona, Don José. Muchas de las cosas positivas que pueda haber en mí se las debo a esta generación anterior encargada de nuestra educación y formación entre ellos muchos salesianos y salesianas como Don José y Sor Carmen que con su ejemplo su entrega, dedicación y sacrificio hacia a los demás han conseguido ser unos excelentes referentes a los que recordar para siempre. Mi reconocimiento y gratitud.»
Fundación Juan Soñador
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