Carta abierta:
“Sé que es un tema complicado, pero también creo que es un tema necesario y que si pedimos que se visibilice, también nos toca hablarlo.
No podría decir desde cuándo… Sin embargo, no hace demasiado tiempo que he sido consciente. Aunque estaba ahí desde mucho antes, como en la sombra, como muy dentro… Supongo que nunca había querido pensarlo. Igual que a otros temas puedo darles un millón de vueltas y tenerlos en la cabeza de una forma constante, buscándoles todos los ángulos, ese pensamiento simplemente estaba de fondo, como un hilo musical al que no prestas demasiada atención.
Pero un día me descubrí calculando mentalmente si mi cuerpo cabría por el hueco de una ventana de esas que permiten solamente una abertura superior bastante limitada. Valorando cómo debía apoyarme para subir y poder deslizarme por aquel agujero. Y ser consciente de aquel pensamiento me impresionó. Porque yo me sentía bien. Había pasado una temporada difícil pero estaba mucho más animada, más motivada, más feliz. ¿Pero, por qué narices estaba yo pensando en aquello al mirar una ventana? Lo había hecho como en automático, casi por instinto, como si lo tuviese interiorizado. Entonces fui consciente de que las ventanas habían ido cambiando su función en mi cabeza.
Vaya por delante que yo nunca he tenido la intención de tirarme. Nunca he pensado seriamente en acabar con mi vida. Pero ahora sé que ha habido una temporada en la que he vivido necesitando saber que, si el sufrimiento llegaba a hacerse insoportable, contaba con una ventana a mano. Podrían haber sido otras opciones, pero no, mi cabeza se agarró a las ventanas.
Las ventanas dejaron de ser el espacio por donde entra la luz para ser una posible salida de emergencia. Y me di cuenta de que en cada mudanza, en algún momento, mentalmente había calculado la altura, buscando alternativas si ésta me parecía insuficiente.
También al aire libre, en lugares altos, ha habido zonas en las que destinaba mis primeros pensamientos a apreciar lo adecuado de aquel enclave para despedirse; seguidos de la idea de que, con toda seguridad, antes que yo ya lo habían considerado otros. Con lo que tenía que haber disfrutado mirando el paisaje y mi cabeza jugándomela de nuevo.
El día que fui consciente, que el hilo musical subió el volumen y podía identificar perfectamente la melodía, pensé que era irónico. Porque yo tengo vértigo. Porque no me acerco al borde de una terraza alta ni con los ojos cerrados. Pero vértigo de quedarme bloqueada en un puente y no ser capaz de dar un paso más, ni hacia delante, ni hacia atrás. ¡Se ve que nos salió vacilona la vida!
Hoy escribo por todas las personas para quienes ese hilo musical ya tiene el volumen tan alto que el ruido ensordecedor les impide escuchar las razones por las que seguir adelante.
Ojalá sepáis que no estáis solas, que podéis pedir ayuda. Ojalá entendáis que es posible bajar el volumen y apagar toda esa mierda.
Hoy escribo también por todas las personas para quienes ya llegamos tarde. Ojalá las personas que tanto les quieren encuentren el apoyo y acompañamiento que necesitan. Ojalá entiendan que lucharon todo lo que pudieron, que las enfermedades a veces nos ganan la batalla y que no es culpa de nadie (aunque sí tiene parte de responsabilidad este sistema en el que vivimos, y que urge revisar).
Escribo porque creo que es urgente y prioritaria la inversión en salud mental, la mejora del acceso a los servicios de salud y asistencia social, el aumento de personal especializado, la formación del personal médico que nos atiende, el compromiso y participación del sector de la educación, los medios de comunicación y de toda la sociedad, en general. Que ya toca acabar con el tabú, poner el tema sobre la mesa, arrancarle los mitos y buscar soluciones.
Escribo porque creo que necesitamos escucharnos más, validarnos más, apoyarnos más, cuidarnos más, juzgarnos menos y querernos mucho y bien.
Y escribo para agradecer a quienes se han dejado los pulmones para que yo les escuchase y nunca dejase de saber que están conmigo, a quienes me han ayudado a apagar “el hilo musical” antes de que el volumen siguiese subiendo, a quienes disfrutáis a mi lado de la luz que entra por las ventanas. Sobre todo, a quienes sois luz y hacéis que haya dejado de importar a qué altura están las ventanas.
Mañana es el Día Internacional para la Prevención del Suicidio.
Ojalá el sufrimiento nunca sea tanto que nos haga sentirnos incapaces de gestionarlo.”
024 – Línea de atención a la conducta suicida
717 003 717 – Teléfono de la esperanza